Cuando Pablo Cisneros regresó a Guayaquil en octubre pasado, no fue solo para visitar a su familia. Volvió también a los pasillos de la FIEC de la ESPOL, esos que alguna vez recorrió como estudiante de Computación y donde sembró sueños que hoy acompañan a muchos jóvenes. Allí, entre charlas espontáneas y sonrisas curiosas, compartió su historia: una que empezó en Sauces, con naves hechas de Lego, y que hoy continúa en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), un centro de investigación de la NASA en California.
Cisneros, junto a José Laica, es cofundador del club FunPython, un espacio creado en FIEC para acercar a los estudiantes a la programación y despertar vocaciones científicas. Ese espíritu de comunidad y aprendizaje lo ha llevado muy lejos, y hoy es también lo que más desea transmitir.
“Quiero ver más latinos y más ecuatorianos en la NASA, porque falta representación”, afirma con convicción a los estudiantes e incluso a los periodistas que buscaron conocer sobre su historia para transmitirla. De hecho, su mensaje para los jóvenes politécnicos, en octubre pasado, fue claro: mirar más allá de las fronteras, atreverse a soñar y no detenerse ante los obstáculos, incluso cuando el camino parezca imposible.
Su trayectoria lo demuestra. Durante trece años postuló siete veces a la NASA. Seis veces recibió un ‘no’. Pero él insistió. Sabía que su lugar estaba entre satélites, datos y misiones espaciales. En 2022 fue finalmente aceptado y hoy trabaja como ingeniero de confiabilidad (SRE), garantizando que la información enviada desde sondas y satélites llegue íntegra para el análisis científico.
En cada paso de su vida profesional lleva con orgullo su identidad ecuatoriana: desde enseñar a sus colegas estadounidenses a decir chévere hasta compartir encebollado y salsa choke en la oficina. La cultura, dice, es un motor tan fuerte como la ciencia.
Aunque ha intentado impulsar talleres aeroespaciales en Ecuador, reconoce que la falta de apoyo institucional y la inseguridad han frenado algunos proyectos. “Tenemos talento, pero no apoyo. Colombia y Perú están muy adelante en tecnología. Necesitamos apoyo. Mucho”, sostiene.
Aun así, su misión va más allá de la exploración espacial. Su inspiración más profunda es su hijo. “Quizás él llegue más lejos… Tal vez encuentre fósiles en Marte, porque quiere ser paleontólogo”, comenta entre risas.
Para la ESPOL y la FIEC, Pablo es un ejemplo de perseverancia y dedicación por el conocimiento. Su historia recuerda que los sueños que nacen en un aula, en un barrio o en un puñado de piezas de Lego pueden, con esfuerzo, llegar alto, cerca del espacio, a la NASA. (NMCH)
